Hace
veinte años que me dedico a la música contemporánea. Soy compositora. Escribo una obra atrás de la otra. Miro ahora
el dibujo de “mi carrera” como si fuera el tablero del Go, el ajedrez chino, que ficha a ficha dibujando una línea eterna que en algún momento se vuelve un
dibujo, una estrategia… Tomo aire y me
siento perdida. Perdida poniendo la próxima ficha, haciendo las
mismas cosas de la misma manera. Y me siento también perdida haciendo otras
cosas nuevas. Parece que no me queda otra que boyar por un rato! Iupi?
Miro
para atrás y veo como la música contemporánea fue un acto revolucionario en mi
vida. Esos sonidos que me abrieron la cabeza, cambiaron mi vida para siempre y me hicieron viajar, conocer personas, tomar decisiones importantísimas… esos sonidos extravagantes para una chica
criada en Temperley me cambiaron la vida para siempre en todos sus aspectos.
Es el
sonido el que me abrió la cabeza. Siempre me sentí “mas apta” para la
literatura que para la música. Pero la
música me atravesó existencialmente, sin ninguna duda. El sonido. La música
contemporánea me mostró un mundo abstracto, revolucionario, maravilloso, que con el tiempo
se volvió un mundo concreto, parte de mi cotidiano. Una tarea.
Lo que
fue un acto libertario para mi y mi condición, se volvió poco a poco en mi vida
normal. Ese era mi sueño. Pero las cosas ahora ya no tienen el
mismo sentido.
Lo que
pasa con las vanguardias pasa a mini-escala con cada uno de nosotros. Empezamos
con un gran acto libertario que nos lleva a otro lugar y luego nos acomodamos
ahí y construimos algo.
Hace 15
años (parezco Matusalén hablando) me encantaba vivir en la Argentina y hacer
música allá, pero un día vi el techo. Sabía que obras iba a componer en los
sucesivos años, como iba a ser mi vida: linda y tranquila en mi amada Buenos
Aires Pero con un techo cada vez más visible. Y entonces me animé y crucé el
charco. Y la experiencia fue renovadora, fuerte y vital. Empecé de nuevo, no
sólo geográficamente sino algo adentro también cambió. Esos “sonidos extraños”
moldeaban mi mente y mi corazón de una manera fabulosa otra vez. El cambio
volvió a ser un acto lleno de sentido. Un salto inmóvil para la
humanidad, pero un paso gigante para mi!!
¿Y ahora
qué?
Mi
adorado maestro Mariano Etkin me contestaría, “se le ve el hilván” (una frasecita
que rescató de su amigo Morty)…
Me pasa exactamente eso!! A todo le veo el hilván (¡¡¡te
extraño Mariano!!). Me cuestan mucho los conciertos y las sociedades y los sistemas de la
música contemporánea. Mientras tanto me conseguí un trabajo de profesora de yoga y aquí estoy, esperando el bondi…
No
tengo nada en contra de las instituciones ni las sociedades. Es más, estoy a
favor de ellas. Me parece fabuloso que un organismo tan aceitado, caro y que en
términos del capitalismo no sirve para nada exista en un mundo cada vez más
pragmático. ¡Me saco el sombrero! Este planteo es una cosa mía, pequeña y
simple: lo que en un momento fue para mi un acto de libertad ahora no lo es. Todo
empezó cambiando mi/el mundo. Y ahora todo se trata más de encajar y de durar.
Y eso hace un ruido que no me lleva a
ningún lado interesante.
Seguir
girando en los clichés me agota. Buscar soluciones intelectuales me lleva a más de lo mismo. Remar contra la corriente
puede ser interesante, dependiendo de la corriente; puede ser una gran tontería
también, un poco mi especialidad.
Este
año tuve una situación personal muy difícil pero a la vez muy importante, que
me hizo ver un montón de cosas de una manera diferente… y la verdad es que no
se muy bien que hacer con todo eso. Y tal vez sea eso, vivir un poco en estado
de pregunta en si misma que no se abalanza sobre la solución. Vivir en ese acorde que no resuelve (perdón
por la cursilería), en estado de gracia, o de desgracia, continua.
Como
dice Nono que dice Machado, caminante no hay camino. Tal vez abandonar el
pasado es más difícil que enfrentar lo que viene, que de todas formas no está
ahí hasta que está (chupate esa mandarina!) . Ser profesora de yoga potencia
mis frases de almanaque, sepan disculpar!
Y
siguiendo en la línea de frases simples que sintetizan emociones complejas: es volver a encontrar ese sonido no sólo que te “interese” pero que te cambie la
vida.
David Lebón
opina:
Yo te he visto en el
pasado
con tu cara de jarrón y tu mundo hecho de clichés
Tengo la esperanza de encontrar
un sonido
y un amor tan grande que te
pueda envolver
por Dios escuchame.